martes, 24 de junio de 2008

Adiós Milonguero.


Se apaga el cigarrillo,
y solo queda un sorbo,
los últimos arpegios de un Margot que fallaba,
que sigue insinuando a que se repita,
y el piano acelerando el tiempo,
de esta mañana marchita.

El violín que cambia el ritmo constante del humo,
esparciendo notas,
esparciendo lágrimas,
que van vaciando las copas.

Un LP tras otro se van dejando escuchar,
los lamentos milongeros;
la pista se haya sola,
el cenicero hasta reventar,
y las últimas gotas de vino no ansían acabar.

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